domingo, 26 de octubre de 2008

Yo, Chilango

¿Cuánto tiempo es necesario para sentirse parte de un lugar al que no perteneces de nacimiento?
Viví en Estados Unidos por tres años y jamás me sentí americano.
Trabajaba, estudiaba, entraba y salía del país cuantas veces quería... iba al súper y a las juntas escolares de mis sobrinitas para ser el intérprete de mi prima, era casi un norteamericano común, pero no logré sentirme como en casa en ningún momento... por eso regresé.
Amo Culiacán, ahí está mi familia y mis mejores amigos, mi escuela y mi pasado. Está plagada de muchas de las cosas que más disfruto de la vida, pero no es mi casa, ya no.
Hace dos años que llegué a la Cuidad de México, que la hice mi casa. Desde la primera vez que estuve aquí quedé prendado de su magia, de su arquitectura y de su ritmo.
Algún día viviré aquí, me dije, y años después se cumplió. Ya han pasado 24 meses desde que bajé del avión con muchos sueños, una gran emoción y algunos miedos por enfrentar.
Sin amigos y sin familia, pero con algunos pesos ahorrados empecé la aventura por la cuidad de la que tanto me advirtieron; "los chilangos son unos traicioneros, hacen cualquier cosa por truncar tu carrera si no les caes bien, no son confiables, son envidiosos, te verán siempre como una competencia", bla, bla, bla...
Comprobé algunas de esas hipótesis con el paso de las semanas, pero no me fue tan mal, salvo algunas confusiones en el súper con ese invento chilango de llamar a los tomates "jitomates" o especificar que se quiere queso en el interior de una quesadilla.
Las distancias son abismales, el tráfico es de locos y el claxón parece ser otro medio de comunicación básico para sobrevivir en este lugar. Hay emos por todas partes, miles de monumentos vivos que hacen un homenaje constante al Naco Style, además de sopes y gorditas (de maíz) en cada esquina... es el Distrito Federal.
He vivido en dos colonias, conozco lo mejor de la urbe, casi todos sus museos y algunas partes no muy presumibles, pero soy feliz en esta ciudad, tengo buenos amigos, un trabajo al que no podría aspirar en Sinaloa hace dos años y un enorme sentimiento de satisfacción laboral por lo que hasta ahora he logrado sin la ayuda de nadie.
Ya no me alburean fácilmente, palabras como "arre", "soda" y "plebes" están casi en desuso en mi bocabulario, tampoco es que el "y así", el "qué cagado" y el "un buen" formen parte de mi léxico, pero es un hecho que me estoy volviendo chilango.
En mi acta de nacimiento dice Sinaloa, no Chilangolandia, tampoco en mi credencial del IFE, pero si chilango es llgar al DF y vivir en él, entonces soy un chilango...y es lo mejor que he hecho, al menos en los últimos dos años.

domingo, 19 de octubre de 2008

La guayabera

Estaba acostumbrado a tener una buena imagen ante mis jefes, es más, muchos de ellos (y ellas) terminan por convertirse en verdaderos amigos, aún cuando hayan pasado años desde el último día que laboré para ellos. Esta vez no.
Creo que soy un buen empleado, pero mi jefe no piensa lo mismo, definitivamente no.
Todo empezó en Chichén Itzá, minutos antes del concierto de Plácido Domingo, a donde llegué con mi camisa blanca y pantalones claros. Hacía calor, era un ambiente húmedo y la entrada al coctel previo al evento no era segura... qué podía hacer además de esperar y pedirle a Chac mool que nos dejaran entrar? ¡Claro!; sudar.
Así que me puse mi polo azul marino y partimos a la llamada Nueva Maravilla del Mundo Moderno. Un error de los grandes.
Buen concierto; localidades VIP (con mejor vista que López Dóriga, Roberto Slim y la mismísima Margarita Zavala de Calderón) y una vista impresionante de la pirámide.
Buenas fotos, entrevistas para Gente, una buena cobertura. 5 de la mañana y descansaba ya en el Marriot de Cancún, para horas después volar de regreso al DFectuoso.
Felicitaciones por aquí, palabras de aliento por allá, portada, todo bien.
Día siguiente, reunión con el jefe mayor, "Buen trabajo, la nota muy completa, tienes talento y futuro, pero... si hubieras traído guayabera y no esa mamada del cocodrilito te habrías quedado en mi mesa para sacar a la Primera Dama, y su hubieras... hubieras... hubieras... hubieras..." fue un regaño al que literalmente podría calificar como "regio".
Una semana después, otra reunión, pero ésta vez más fuerte y con una mayoría del Club Team. "A varios les van a quedar los sacos", dijo el jefe. Y así fue, repartió a lo grande.
Salí de la sala de juntas con la frente en alto, pero "agarrado de bajada" y con al menos un saco bien puesto.
... No haré travesuras, ya no. Lo prometo.

viernes, 3 de octubre de 2008

02:32

02;32 de la mañana...
Jamás has venido, y sigues aquí.
De nuevo, eres víctima de mi mente,
y te traigo hasta donde estoy.
Duermo tranquilo de saberte cerca,
de sentirte aquí, cálido y callado,
junto a mí, a mi lado.