lunes, 30 de junio de 2008

29

Sé que va a sonar trillado, pero en verdad eso de “no es lo mismo los tres mosqueteros que casi treinta años después”.
Las cosas cambian y más cuando se habla de los años como parámetro.
Es extraño, pero he notado que me siento mucho más cómodo en los bares y cafés, que en los ruidosos antros, incluso disfruto mucho el nuevo disco de Emmanuel, repleto de éxitos del ayer, más que el incesante punchis punchis de las fiestas.
Me estoy volviendo viejo, ¿y quién no? si lo hacemos desde le momento de nacer. Cada día, a cada minuto envejecemos más y más, cada sonrisa enfatiza nuestras líneas de expresión, nuestras marcas faciales, esas mismas que ayer no se notaban tanto.
Nadie nos prepara para envejecer, como en la muerte, no reparamos en el tema, lo evadimos, pero como dice mi papá, es como el diablo; no se nota… pero siempre está ahí.
Lo único que realmente nos pertenece en la vida es nuestro cuerpo, nos aferramos a él, quisiéramos uno mejor (o tener, de vez en cuando, uno escultural en nuestra cama), pero, como todo, se deteriora, pierde algo de su encanto lenta o aceleradamente con el paso de los años.
La belleza es tan fuerte // la belleza es tan casta// tan escasos que algunos// nunca logran hallarla, dice una vieja canción española. Vanidad de vanidades, todo es vanidad, dice la Biblia.
Una actriz de la época dorada del cine nacional dijo alguna vez en una entrevista: “uno nace con la belleza que Dios nos da, y muere con con la que merece”, me gusta la frase, no soy Dios para saber si es cierto, pero me agrada la idea de vivir cierta situación, como resultado de lo que hicimos en el ayer.
Empezaré a prepararme para mañana, me haré a la idea de envejecer lentamente y me resignaré al proceso natural de los años, después de todo, llevo ya 29 años haciéndolo.

lunes, 9 de junio de 2008

J.M... y no se que más

Un político guatemalteco dijo alguna vez en televisión, "no somos responsables del futuro de nadie, cada quien se construye su propio destino", Totalmente de acuerdo.
No todos vivimos las mismas circunstancias, otra gran verdad, pero también es cierto que las oportunidades están ahí, para todos... aunque haya algunos que no las tomen.
Qué hace un joven en edad económicamente activa, con el pelo sobre la cara, vestido de negro y con ganas de llorar, rodeado de gente como él, en un lugar como la Glorieta de Insirgentes?
No le veo nada productivo, a menos que lo sea y yo lo ignore.
Me vale madre lo que hagan con su vida y con su tiempo, no forman parte de mi contexto, son sólo gente sentada en el suelo, con colores en el pelo y aparentemente sin nada que hacer.
Jamás he tenido contacto con ellos, compartimos el mismo país, la misma cuidad, pero como cuidadano libre que soy, decido con quien empetizar y con quien no.
No tengo problemas con ellos, pero me genera conflicto que se exhiban en la calle, y peor aún, en los medios de comunicación. ¿No les parece mejor hablar de las nuevas leyes o legislar para que haya menos partidos políticos?
Este país necesita una sociedad trabajadora, gente de bien... si estoy ocupando un espacio que no me corresponde y que no estoy aprovechand0, que venga alguien y me lo diga. Seré entonces, un buen ciudadano guatemalteco.

El Pelochas

Tengo más de una semana escribiendo sobre el día del padre, siempre con le propósito de resaltar la relación entre padres e hijos de la socilité capitalina, en una bella y emotiva crónica paternal.
Irónico, pero hasta ahora, jamás he escrito algo sobre mi propio padre, a quien respetuosamente llamo, El Pelochas.
Bien, éste peculiar personaje medio calvo y algo pasado de peso es mi papá.
De niño admiraba su fuerza y su capacidad para responder mis dudas... no hay recuerdos como el verlo correr tras de mi, mientras intentaba aprender a andar en bicicleta ni nada de eso, el Pelochas llegó tarde a la repartición del don del padre tradicional.
Lo recuerdo llegando de Estados Unidos y bajando del carro mi primer bicicleta, una roja muy pequeña que después vendí para pagar una deuda en la secundaria (él jamás se enteró).
En la adolescencia veía el fut y el beis con él, leía sus libros y empecé a hablarle de tu, a pesar de los consejos de mi abuela. "Muchacho carambiado este, a los papás no se les habla así", me decía la Nana.
Un día me ejoné con él, ha sido la única vez hasta ahora... jamás vi en sus ojos tanto coraje, pero yo era la causa, más bien, mis ideas.
Sólo duramos unos meses sin hablar bien... poco después, mi papá seguía el mismo de siempre; contándome los pornochistes que acababa de aquirir con sus amigos, o burlándose frente a mi mamá de mis pubertas erecciones matutinas.
En uan persona dura, analítica, con ideas muy firmes. Un tanto renegado y hasta cierto punto necio. Pero es un gran tipo, muy trabajador y un buen padre, al menos, el mejor que he tenido.
Cuando lo vi llorar por primera y única vez, no supe que hacer, lo vi tan pequeño y débil, nada que ver con el Pelochas de siempre, con el fuerte e inquebrantable. Era mi papá, en brazos de mi madre, triste por la muerte de mi abuela.
No sé si he sido un buen hijo, pero Dios me mandó un buen padre, alguien a quien no he sabido comprender en muchas cosas y momentos, pero que siempre ha estado ahi, para mi, para todos.
Te amo Pelochas, aunque nunca te lo diga, no te bañes tan seguido, y no te guste Paulina Rubio.