No recuerdo exactamente cuándo fue que lo conocí, pero estoy seguro que él si tenía en su memoria ese día. Era un tío muy cariñoso, efusivo y cálido. Alguien que no temía demostrar afecto como muchos "machos" norteños que abrazan de manera superficial y que dan besos tímidos solo a su madre, esposa o hijas... Así era mi tío Ramón.
Vivía frente a la casa de mis papás, en un pueblo al norte de Sinaloa, ese es el primer recuerdo de él. Sus hijas fueron mis compañeras de juego, mis cómplices en algunas travesuras y mis primeras maestras de inglés no oficiales -al igual que sus nietos e incluso él mismo- casi dos décadas después, en California.Fue un excelente hijo, me consta... Un buen esposo para mi tía, un gran padre para mis primas y el mejor de los tíos. Muy trabajador; sabía mil oficios y era capaz de arreglarlo todo aunque para eso tuviera que llenarse las manos de grasa.
También sabía darse tiempo para recorrer un parque temático o de juegos extremos, o pasar una tarde de volibol con la familia. ¡Ah! y defender de manera enérgica lo que no le parecía. Ese también era mi tío. Un terco de primera
Siempre estaba ahí, apoyando, ayudando o con las palabras exactas para las circunstancias difíciles. Las puertas de su casa, sus brazos y su corazón siempre estuvieron abiertas para todos. Su partida nos sorprendió.
No nos lo esperábamos, para esas cosas nunca se está preparado. Ahora está con mi papá y mi abuela, eso nos consuela un poco, pero no hemos dejado de extrañarlo. Hoy más que nunca sus recuerdos están vivos, como cuando estaba con nosotros.
Adiós tío Ramón